Los latires sonaban cada vez más bombo, más retumbe, más tribal. No había osos ni leones, lianas ni arroyos. No había. Pero, sonaba, más fuerte, más tum, más bom, más tribal.
Detrás del follaje, al borde de una noche huérfana,
respirando frío y rocío, bailaba el ritmo esencial, primitivo, terriblemente
solo, demandante, agresivo…
Detrás, justo detrás del laurel, las pequeñas manos
golpeaban y golpeaban la vida, preparándose para la cancha final, resignadas a
una muchedumbre, sin nombre, a una incertidumbre desconocida, a unn futuro no
menos frío que el presente, detrás del viejo y robusto laurel.
Olé, olé, olé…
24/05/2007⇜~
GABRIELA COCCHI DE SANTIS
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