Rima XX , de Gustavo A. Bécquer
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
Los HAIKUS son poemas breves, cuyos únicos tres versos deben captar la esencia de las cosas; casi siempre se relacionan con la naturaleza, y logran impactar de manera certera en la sensibilidad del lector, a quien seduce su fugacidad y belleza.
Aquí les dejo algunos haikus de la literatura japonesa.
A propósito, incluyo 17 haikus que publicó Jorge Luis Borges, en 1981, y que leí en la página web de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Este año, 2011, continúan con el concurso de Haikus para alumnos de la escuela secundaria.¡ Visiten la página y participen!
- Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido. - La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia. - ¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba? - Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento. - Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo. - Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte. - Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero. - En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe. - La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño. - El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas. - Esta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera. - Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna. - Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola. - ¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga? - La luna nueva.
Ella también la mira
desde otra puerta. - Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela. - La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
Al alborear, aunque sé que
volverá a oscurecer,
¡Cómo detesto el día que nace!
Otros podrán olvidarte, pero yo
no. Tu hermoso espectro
permanece siempre a mi lado.
Emperatriz Yamatohime
Un antiguo estanque-
se oye una rana
al zambullirse.
Basho
La cigarra otoñal
muere junto a
su cáscara vacía.
Joso
ESTE POEMA QUE LES DEJO PERTENECE A MARIO BENEDETTI; LO ELIGIÓ UNA DE MIS ALUMNAS DE LA ESB 30, DURANTE UNA CLASE DE GÉNERO LÍRICO. YO NO LO HABÍA LEÍDO, PERO CUANDO ELLA LO COMPARTIÓ CON TODO EL CURSO, ME DI CUENTA DE QUE NO CONOZCO NADA. Y DE QUE ELLA ME ESTABA ENSEÑANDO A MÍ. LÉANLO, POR FAVOR.
No te salves
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras condesgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Y A MI LABIO UNA FRASE DE PERDÓN.
HABLÓ EL ORGULLO; SE ENJUGÓ SU LLANTO,
Y LA FRASE EN MIS LABIOS EXPIRÓ.
YO VOY POR UN CAMINO, ELLA POR OTRO.
PERO AL PENSAR EN NUESTRO MUTUO AMOR,
YO DIGO AÚN: ¿POR QUÉ CALLÉ AQUEL DÍA?
Y ELLA DIRÁ: ¿POR QUÉ NO LLORÉ YO?
SONETO
Que contiene una fantasía contenta con amor decente.
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quién alegre muero,
dulce ficción por quién penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
REDONDILLAS
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien,
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más claro
que el que falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel,
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere,
y quejáos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades, alas,
y después de hacerlas malas,
las queréis hallar por buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia,
juntáis diablo, carne y mundo.
Otro poeta que me gusta mucho es Federico García Lorca. No sólo por su poesía, sino también por su teatro. La obra "Yerma" fue representada por el elenco de la Universidad de General Sarmiento, y los espectadores nos transportamos a España en ese momento... Ahora les dejo algún poema de él.
4. Romance sonámbulo
A Gloria Giner y Fernando de los Ríos
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser, con
las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna por
donde retumba el agua.
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser, con
las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna por
donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
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