sábado, 30 de mayo de 2020

ADÁN

 

            A segundos del Año 1, Eva sentía que el amor se le evaporaba, desde el fondo de su piel. Adán no era todo lo que ella hubiera deseado, pero era el único a quien desear.

            La Tierra no estaba mal. Hasta ese momento, todo era virgen, allí. Ella, también. El verde era tan distinto, según la hora del día, como distintas eran las emociones que había descubierto, dentro de ese cuerpo, con curvas y tersura, debajo de sus tímidos dedos.

            Hubiera querido un Adán más lleno de voz y de palabras. Un Adán menos rústico. Un hombre menos Adán.

            Se desperezó, en plena Edad Media. Suspiraba, solamente, al recordar alguna época más libre de prejuicios. Su corazón no debía atreverse a sentir, debajo del hábito, más que el roce de la pesada y oscura tela. Los cimbronazos de la campana, al alba, la encontraban, casi siempre, mirando el sol que recién nacía.

            Eva miraba, con asombro, las pancartas, cosechando experiencia, en un período de paz y amor, pero de mujeres con pantalones largos. Era divertido percibir el cambio. Era triste no sentirse parte de él. ¿Alguna vez volvería a tener a un Adán, a su lado? Parecía que los pregones presagiaban un desapego que tendría sus consecuencias, buenas o malas. Pero, Ella no quería pensar en eso. Quería sentirse Eva, otra vez.

            Una leve sensación de hastío, en la boca, la llenó de recuerdos. De nostalgias. Una mujer, debatiéndose, entre el “ser o no ser”. La mitad de una Mujer, desvaneciéndose, entre los vapores de la libertad.

            Eva se mira al espejo. Le gusta lo que ve. Se pinta los labios de un rojo intenso, toma su cartera de cuero negro, revisa que todas sus tarjetas estén en su lugar, y se va. Pero, se detiene. Una última mirada hacia su cama, de dos plazas, le recuerda algo: Adán, ya no existe.

            Con paso seguro, camina hasta la ventana, que da a la calle. Una melancolía, entre risueña y divertida, le viene, desde la punta de los dedos, y la recorre como una marea: el recuerdo de Adán se ha proyectado, en la plaza, frente a ella, debajo del sol, cruzando su calle. Y la mira, fijamente.

            Eva toma sus llaves y sale.

                                                            ESCRITO ANTES DE 2016

                                              GABRIELA COCCHI DE SANTIS                      


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