Como las olas que
vienen y se van,
así sos vos.
Un deslizarte, siempre,
entre mis dedos
como agua.
¡Pensar y no saber si
yo quería
dejarte ir!
No extraño no tener
tu nombre extraño,
junto a mí.
Te devolví la manzana.
Ni siquiera la mordí.
¡Ése fue el gran
pecado!
Me atraganté con tu
agua salada,
con tu pasión
apasionada
que entendí…
y preferí
decirte, sin decirlo,
que no eras para mí.
10/12/2004
GABRIELA COCCHI DE SANTIS
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