“Era una ciudad de
plástico,
de ésas que no quiero
ver,
de edificios cancerosos
y un corazón de oropel.
Donde en vez de un sol
amanece un dólar,
donde nadie ríe,
donde nadie llora,
con gente de rostros
de poliéster
que escucha sin oír
y mira sin ver;
gente que vendió
por comodidad
su razón de ser
y su libertad.”
RUBÉN
BLADES
Hace tiempo, tuve la
oportunidad de apasionarme con El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y
pensé reencontrarme con “lo conocido”, en Patas arriba, la escuela del mundo al
revés. Las primeras páginas desestabilizaron mis expectativas, por lo cual
comencé a prestar más atención, ante cada sendero que se me presentaba.
Busqué, desconcertada, la diferencia, en el año de
edición. La primera obra se editó en 1989 y, la segunda, en 1998 (¡justo al
revés!).
El Galeano poético de “los abrazos”, el que metaforizaba
a toda Latinoamérica, desde sus anécdotas, pregones y sentires, había revelado
sus metáforas “patas arriba”.
Las estrofas de la canción que figura, más arriba,
contenían el mismo tono del canto de ambas obras, fusión de signo oculto y de
transparencia de la cosa representada, sol y luna, día y noche, canto y llanto:
ambas obras no son, sino, una misma cara o un mismo revés. Una es signo; la
otra, significante.
Pero, el juglar, como lo llamó la crítica, no se durmió,
en el último trabajo: asomó su cítara, para distender la tensión de las cuerdas
y de las palabras, para manifestar la presencia del poeta, detrás del hombre
herido.
Entonces, supe que estaba leyendo al mismo trovador.
7/2007
GABRIELA COCCHI DE SANTIS
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