Uno que espera que después de atravesar el caluroso
Infierno, encontrará un exquisito lugar lleno de todo aquello que el dueño de
casa, en su afán de mostrar al hombre su naturaleza débil, construyó como
espejismo que jamás encontraremos, en el desierto.
Tras mucho caminar, calcinándose los
pies, entre gemidos, imágenes de todo tipo y metáforas gigantescas, con un
colorido a prueba de los mejores pintores italianos, el lector, que espera el
merecido paraíso prometido, en mejores circunstancias, llega al final de su
camino, exhausto, listo para disfrutar de una fresca primavera poética, donde
no faltarán, seguramente, apetitosas comparaciones, alucinantes hipérboles,
excitantes delicias retóricas… Y se encuentra con una pobreza tan elocuente que
hubiera preferido quedarse en el Infierno. El Paraíso perdido no sólo se
encuentra postergado ubicua sino, también, literariamente.
Muchas cosas se han dicho y no creo
agregar nada nuevo. Tan sólo observo que, si el Paraíso dantesco es tan
aburridamente insípido, prefiero dorarme en el jugoso infierno.
GABRIELA COCCHI DE SANTIS

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