miércoles, 10 de agosto de 2011

MIS ALUMNOS

Este espacio está dedicado a todos aquellos que en algún momento de su vida fueron mis alumnos, en la escuela. Lo digo porque tuve otros alumnos, cuando enseñaba folklore, hace mucho tiempo. Pero ahora les quiero dedicar estos recuerdos a éstos, mis chicos de la escuela. Para que les resulte más fácil buscar la anécdota que más les gusta o ese recuerdo que les haya gustado, los voy a numerar. Va mi primer recuerdo...

1
     Recuerdo a Gustavo Medina. Un chico grandote y bueno, aunque no le gustaba mucho estudiar. Sin embargo, un día tuvimos una clase de ciencia ficción. Hablábamos de cómo el hombre usa la ciencia, a veces para construir y otras... todos lo sabemos. A veces los escritores de este tipo de literatura piensan en un mundo mejor, piensan en la ciencia como salvación del mundo, y a eso, algunos estudiosos lo llaman "utopía" (algo así como un sueño imposible, algo que nunca se puede lograr). Otros muestran lo mal que el hombre usa la ciencia y cómo el hombre destruye al hombre. Y les propuse escribir un cuento de ciencia ficción con alguna de estas temáticas. 
      Cuando Gustavo, tímidamente, me acercó su cuento, de más de dos carillas, se me abrió grande la boca del asombro. Gustavo había imaginado un mundo en el cual, exactamente, en Latinoamérica, los gobernantes desparramaron un virus para destruir a los pobres...porque querían un mundo limpio de pobreza, pero no se dieron cuenta de que esa destrucción les iba a tocar también a ellos, a sus hijos y amigos. 
      Le pedí a este brillante jovencito que me copiara el cuento, que quería que lo leyéramos en el Café Literario que ya comenzábamos en la ESB 30. Pero nunca me lo dio. Unas clases después, dejó de asistir . Y no lo olvido. Ojalá alguien, algún día, le cuente que su profe se acordó del corazón maravilloso que tenía, al preocuparse por el futuro de la humanidad.

     GABRIELA COCCHI DE SANTIS
                                                                                2
     Otro recuerdo viene a mi mente: Juan. Estuvo en el primer curso que di, en el 2005, en la escuelita frente a la placita de la calle Chile. Cambió tantas veces de número... Era "la 14", en ese momento.
     Juan era un chico al que todo le costaba mucho y, además, nunca tenía ganas de hacer nada. En algún momento creí que yo le caía bastante mal. Siempre trataba de remediar eso, pero creía que no lo había conseguido. Era un curso muy difícil.
     Una vez, me dijo:
-¿Para qué tengo que estudiar y aprender a leer bien si yo voy a ser mecánico, como mi papá?
-Para que cuando tengas que arreglar un auto nuevo, y tengas que leer el instructivo de las piezas nuevas, sepas cómo hacerlo. Los mecánicos siempre se tienen que actualizar, para poder tener más trabajo y arreglar más autos.
     Se quedó pensando y no me contestó nada.
     La clase siguiente me dijo:
-¿Sabe, seño? Tiene razón en lo que me dijo el otro día.
     Y se puso a estudiar un poco más.
     Una vez me lo crucé en José C. Paz. Iba con una señora. Supuse que era su mamá. En realidad, nunca la había conocido. La cité un montón de veces pero nunca me fue a ver a la escuela. Creí que pasaría de largo, sin saludarme (a veces, los chicos hacen esas cosas). Pero ante mi reconfortante asombro, se acercó a mí, y con una ternura que hacía que le brillaran los ojos me presentó:
-¡Seño! Ella es mi mamá.
     Nunca había visto tan contento a Juan. Me estaba presentando a su madre y era feliz de poder hacerlo. Les di un beso y nos despedimos, cada uno contento con la alegría del otro.
     GABRIELA COCCHI DE SANTIS
3
     El otro día, muchas personas de la esb 30 me decían que yo era igual a la del retrato. No sabía a qué se referían porque recién llegaba, corriendo, de la otra escuela, con el tiempo justo para almorzar (10 minutos) e ir al baño, a arreglarme un poquito. Una de las mamás le pidió a la preceptora que le dijera si yo estaba, y al abrirle la puerta de Dirección, me vio almorzando. 
-¡Es igual a la del retrato! ¡Cómo le va, profe!
     La saludé con la cabeza porque tenía la boca llena. Se fue, y después se me acercó Noe,  nuestra auxiliar de secundaria. Y me mostró el retrato que estaba justo al lado de la puerta de Dirección , casi a la entrada del portón. Y me dijo que era yo la mujer de pelo colorado que en ese momento descubrí con un enorme asombro. Miré; enseguida, al pie, el nombre del artista. Decía: Cecilia Lazo. No podía creer el parecido. No salía de mi asombro y Noe seguía riéndose y diciendo que era yo.
     Cuando vi que todos me cruzaban y me repetían lo mismo, no  pude menos que sonreír, aunque no sabía si realmente era yo esa mujer. Si era así -pensé- ¡qué linda estoy!
     Luego, al llegar el recreo, vi a Cecilia con un grupo de compañeras. No resistí y le pregunté por qué no la había hecho rubia. No quería ponerla en el compromiso de decir si era o no era yo, tal vez era una modelo cualquiera, una foto, un dibujo... Sus amigas me dijeron:
-¡Profe, es usted, es usted!
     Me reí y le pregunté a Cecilia. Ella me dijo que no, y yo entré riendo a Dirección. 
     Realmente, creo que tal vez no me entere si soy o no soy  la mujer pelirroja del retrato. Pero quiero recordar este momento, que voy a guardar entre mis más preciados recuerdos. 
     A propósito, comparto con ustedes el retrato, ya que cuando me iba, le saqué una foto con el celudar.
     GABRIELA COCCHI DE SANTIS

     Además, les dejo los otros cuadros que estaban exhibiéndose, todos de mis alumnas, que hicieron en otra materia. ¡Los felicito a todos, mejor dicho, a todas!





                                                                                 4


     En la ESB 15, en Primavera, los chicos son buenos como todos los chicos. A veces, se portan mal. A veces, llaman la atención y los adultos no entendemos. Muchas veces nos enojamos. Pero la mayoría de esas veces es por la impotencia de saber que no podemos solucionar nada en la vida de aquellos a quienes se nos ha destinado ese breve instante de su tiempo, el equivalente a un año. Pero, precisamente, por eso seguimos en esa escuela. 
     Uno de mis alumnos, de hace unos años, se llama Brian. Le costaba mucho leer. Pero mucho. Y era muy tímido. Cuando vimos teatro, leímos Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, se entusiasmó mucho con la historia, con los personajes. Con su personaje, sobre todo. El pobre Juan, quién finalmente consigue el amor... o no? Bueno. Ese año, los chicos me pidieron que la leyéramos otra vez. Por supuesto que accedí. Fue uno de los mejores lectores, en ese momento. 
     Le prometí llevarle una obra de teatro, porque veía su interés en ese tipo de lecturas. Ojalá le haya gustado. Ya pasó al otro turno, creo. No lo veo pero tengo este lindo recuerdo de él.

     GABRIELA COCCHI DE SANTIS


5

     Hoy, Maxi Lovera, de segundo año de la ESB 30 me sorprendió, muy agradablemente, con un comentario, una reflexión muy buena. 
       Me dijo que ahora entendía que con todo lo que explicamos los profesores y lo que leemos, cuando analizamos, comprendemos, entre todos, y resumimos, él puede lograr usar palabras que antes no usaba, en lo que escribía. Que recién se daba cuenta de que "sin darse cuenta", a lo largo de todo el tiempo que estuvo, en la escuela, aprendió mucho y que lo nota cuando tiene que redactar un texto.
        ¡Felicitaciones! ¡Y gracias! Ése es el mejor regalo que un docente puede recibir.
                      
     GABRIELA COCCHI DE SANTIS
                                                                     

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