lunes, 25 de mayo de 2020

INSEGURIDAD



Por una calle azul de Buenos Aires
las estrellas caminan;
se calzan mis lentos taconeos
de ensoñación. Suspiran.
¿Cómo no suspirar y jadear ante la noche
apenas fría, apenas tibia?
¿Cómo no ver semáforos guiñando
el párpado rojo a la rutina?
De pronto, el azul se vuelve negro.
Los coches silban.
Un buitre negro sigiloso,
se coló en la penumbra.
Una palpitación y luego, otra,
un manojo, un alud, una tormenta
de golpes secos en el pecho.
El miedo
les recortó el amor, a las estrellas.
La luna, que ya no caminaba,
asustada, se ennubeció.
Testigo del pavor y el desconcierto,
también, huyó.
Los pasos retumban y retumban,
más próximos. Yo cruzo y él cruza,
de una vereda a otra.
¡Ni palomas ni cisnes
que me socorran!
Otra vez he cruzado…
¡Y no se rinde!
¿Qué hacer, ahora,
si él persiste?
Me detengo, asustada, entre unas frutas
y unas personas miran.
Cuento, tiemblo. Escuchan, me consuelan,
me ofrecen compañía.
Pero, junto el coraje, en una bolsa
de dulces mandarinas.
Y sigo.
Y no lo veo.
La oscuridad me tiembla, entre las botas
y entre los taconeos.
Los brazos de mi casa se han abierto.
Yo, aún, jadeo.
Yo, todavía, veo sombras enquistadas,
dentro del monedero.
Me acuesto
y amantes tenebrosos se acuestan, junto a mí.
¿Cuándo vendrá el sosiego?
¡Sobreviví!
Un día más de vida… ¿Y hasta cuándo,
Buenos Aires, así?
                                  1/05/04 
                                                  Avisame cuando llegues": los mil miedos de ser mujer y transitar ...

                                           
     GABRIELA COCCHI DE SANTIS

No hay comentarios:

Publicar un comentario